miércoles, 19 de septiembre de 2012

Una decisión inalterable


Por Rafael Baralt Lovera
Septiembre 2012


Al abrir sus grandes ojos se encontró tendida en una cama medianamente reclinada con su cuerpo cubierto por una gruesa cobija. Mientras iba retomando la conciencia miró alrededor de la habitación y se percató de la cantidad de aparatos médicos alrededor de ella. A su lado, una bolsa de suero colgaba junto a otra de transfusión que iba pasando lentamente líquido vital a sus venas. Aún con el efecto de la anestesia se sentía desconcertada, sin comprender del todo donde se encontraba. El gélido ambiente le ocasionaba fuertes escalofríos que se reflejaban como espasmos en su vientre. Poco a poco fue despertando de su letargo inducido por los calmantes, hasta que una vez incorporada fue retirando lentamente la cobija de su pecho tratando de no hacerse daño con los catéteres en sus brazos. Al llegar a su cintura se detuvo, tomó aire, y terminó de descubrirse. Finalmente los signos de virilidad que nunca sintió suyos habían desaparecido, y exclamó para sí misma: ¡Al fin lo logré!

Hacía ocho meses desde que Alex había llegado a Rio de Janeiro para someterse a un complicado tratamiento de cambio de sexo, el cual incluía terapia hormonal, psicológica y tres intervenciones quirúrgicas que modificarían su cuerpo totalmente.
Durante ese tiempo rentó un apartamento muy cerca del barrio carioca de Jacarepaguá, al lado de Corcovado; y desde su ventana podía ver a lo alto la estatua del Cristo Redentor. Aunque el edificio donde vivía no contaba con muchas comodidades debido a su antigüedad, se encargó de que al menos su espacio contara con lo necesario para sentirse confortable en los largos períodos de recuperación.  Pero ese viaje no fue improvisado en lo absoluto, durante años planificó detalladamente cada detalle de su estadía en Brasil, ya que estaba totalmente convencida de la decisión que años antes tomara.

Alex nació varón como sus otros dos hermanos, pero por alguna razón nunca se sintió como tal. Por más que sus padres pagaron fortunas en psiquiatras no pudieron hacer que desistiera de la idea de querer ser una mujer. Su infancia y adolescencia fueron una verdadera tortura debido a las burlas en el colegio por su actitud poco masculina, y aunque nunca vistió de mujer actuaba como una.

Todos estos infortunios hicieron que Alex tomara una decisión, una que cumpliría cabalmente y al pie de la letra, y que a su vez sería su gran secreto. Fue entonces cuando le hizo creer a todos que había abandonado la idea de querer ser una fémina, y comenzó a actuar como un hombre logrando inclusive que sus padres olvidaran los desagradables momentos que pasaron tratando de curar ese supuesto mal.

Pero ella, en ese entonces él, tenía un plan y para cumplirlo debía prepararse. Luego de conseguir toda la información pertinente supo que para lograrlo tendría que reunir una buena cantidad de dinero. F

ue así que empezó a estudiar Arquitectura en la UCV donde se graduó con honores. No le fue difícil conseguir empleo, a mediados de los años ochenta había cientos de desarrollos urbanísticos en Caracas y las empresas se peleaban por los mejores profesionales del área.

Alex sacó provecho, no sólo de su buen currículum académico, sino también de su atractivo físico. Si bien su aspecto era el de todo un caballero, sus facciones eran ligeramente andróginas, pero en conjunto con su barba perfectamente afeitada y delineada transmitía una enigmática fascinación tanto para mujeres como para hombres.

En los primeros siete años de su vida laboral pasó por tres empresas, y en cada una lograba que le doblaran el sueldo, alcanzando el éxito profesional con apenas 29 años. Se independizó de sus padres y compró su propio apartamento en el Este de Caracas. Durante ese tiempo mantuvo su secreto plan bien guardado, y nada ni nadie le harían cambiar de parecer.

Pero fue en ese caluroso mes de agosto durante la Convención de Arquitectos en Valencia cuando conoció a Iván, un atractivo joven de 28 años que trabajaba como organizador del evento. Alex se había mantenido al margen de cualquier relación amorosa, y aunque había tenido aventuras por igual con personas de ambos sexos no terminaba de definir su orientación sexual. Lo único que realmente tenía claro en su mente era no sentirse cómodo con su cuerpo de hombre. Sin embargo, eso no le impedía experimentar con otras personas, quizá buscando con ello una definición mas precisa de sus gustos.

La noche de la convención, luego del extenuante evento, bajó al bar del Hotel Intercontinental donde se hospedaba. Pidió un whisky con soda y se sentó solo en la barra. Eran como las 10:00pm cuando apareció Iván quien acababa de terminar de coordinar el evento y buscaba un momento de relax. Al igual que Alex pidió un Whisky y se sentó muy cerca de su asiento. No pasaron ni diez minutos cuando ya estaban conversando amenamente. Ambos tuvieron una tremenda empatía desde el primer momento, siendo esa noche el preludio de una tormentosa relación de amistad.

Hicieron una dupla inseparable, ya fuera en Valencia o en Caracas, cada vez que se encontraban salían a parrandear y a conquistar mujeres, porque Iván sí estaba claro con sus gustos por las hembras. Para Alex no era problema aquello, ya que en su caso no había distinción entre sus gustos sexuales, y aunque prefirió reservarse tal confesión a Iván no fue sino hasta unos nueve meses después de conocerse que decidió decírselo. Para Iván fue toda una sorpresa que su gran amigo fuera lo que él consideró como “bisexual”, y le fue difícil asimilarlo en el momento. No obstante, para Alex esa confesión era muy importante, ya que sin quererlo había comenzado a sucumbir ante el amor que como fuego en sus venas le consumía. No podía permitirse tal desliz, ya que su secreto plan no admitía esas flaquezas, pero cuando el amor nace no hay razones ni excusas que valgan, y ante eso sólo tenía que afrontar los hechos. Iván ya sabía que Alex era bisexual, pero no sabía que también estaba enamorado de él. Hasta que llegó el día en que Alex se armó de valor.

- Iván, sabes que eres mi mejor amigo y me considero afortunado de haberte conocido, pero hay algo más que debo decirte. Por favor no lo tomes a mal, simplemente pasó y ya no puedo seguir viviendo con esto yo solo.

- Pero bueno Alex, ¿con qué me vas a salir ahora? No me asustes, mira que con la otra bomba tuve suficiente.


- Sabes que te quiero, y tu amistad lo es todo para mí. Pero estoy sintiendo algo más que eso, no puedo entender cómo pasó, el hecho es que ¡me enamoré de ti coño!

- Verga pana, no puede ser, ¿cómo puedes traicionar así nuestra amistad?, ¿ahora cómo crees que podré verte a los ojos sin pensar que me deseas? Pero te equivocaste, es más, ¡la cagaste! ¿Crees que podría fijarme en alguien como tú?, es decir, ¡un hombre por Dios! Sabes que lo mío es una hembra, grandota, con un buen frente…

- Iván por favor, perdona mi estupidez, reconozco mi error. Olvídalo, ¿sí?, haz como si esta conversación nunca existió, quizá sea el exceso de alcohol que me hace decir estas vainas.

- No sé Alex, ya veremos qué pasará. Ya me voy, ¡adiós!

Las palabras de Iván sonaron como un garrotazo y Alex se sintió morir en ese instante. Pasaron semanas e Iván no contestaba sus llamadas. Indefectiblemente su amistad se fue resquebrajando, y no volvió a ser la misma de antes. Alex pasó días enteros en una profunda depresión. Se sentía culpable por haber echado a perder la amistad de Iván debido a su confesión, pero más era la rabia de haberse dejado enamorar de esa forma, pero ¿cómo podía preverlo?

Decidió entonces retomar con más fuerza su plan inicial, y como nunca antes lo puso en marcha. Reunió el dinero necesario y viajó a Río, ya que en esa localidad se encontraba una clínica especializada en el tipo de intervenciones que se realizaría.

Durante su estadía en la ciudad brasilera conoció a varias personas y en general encontró mucha amabilidad y receptividad en su gente. Durante los ocho meses allá evitó comunicarse con sus amistades y familiares en Venezuela. Su plan no contemplaba que se supiera lo que se estaba haciendo, puesto que ello implicaría dar muchas explicaciones cuando la decisión ya había sido tomada.

Una vez cada dos semanas llamaba a su mamá, la única con la que mantenía aún un lazo afectivo, sin embargo, nunca le contó por lo que estaba pasando. Pero una sola idea rondaba insistentemente por la cabeza de Alex mientras pasaba por toda esa etapa de transformación, y era saber de Iván.

Pasaron las semanas, los meses, y el cuerpo de Alex fue cambiando debido a las intervenciones quirúrgicas y las hormonas. Su voz se hizo más suave y aguda, y sus facciones andróginas se tornaron definitivamente femeninas. Después de su última operación pasó tres semanas en recuperación, quedando totalmente complacida con los resultados, era lo que siempre había soñado, ser una mujer en un cuerpo de mujer.

Al volver a Caracas fue a su antiguo apartamento, y aunque las cosas no fueron fáciles al principio para ella en el campo laboral poco a poco fue ganando nuevamente su  reputación como excelente profesional en el campo de la arquitectura. Formó su propia compañía de urbanismo y logró montar su oficina en un importante centro comercial de Altamira.

Como era de esperarse en un país como Venezuela, tuvo algunas complicaciones de índole legal, ya que su cédula de identidad indicaba “sexo: hombre”, pero ella se reía de ello haciendo confundir a cualquier funcionario que se le presentara. Solía decirles que se trataba de un error: “¿cómo crees que un mujerón como yo puede ser un hombre?”. En fin, nadie podía poner en duda que ese portento de mujer alguna vez nació con un par de testículos si no fuese por sus documentos legales. Tampoco cambió su nombre, siguió siendo Alex que es un nombre común para ambos sexos.

Uno de los momentos más duros que le tocó pasar a su llegada fue enterarse que su madre había muerto hacía unos días. Pero en el fondo agradeció que no la haya visto con su nueva apariencia, quizá no la hubiera perdonado nunca.

Sólo le quedaba entonces Iván. Averiguó de forma casi detectivesca su paradero hasta que por fin supo donde estaba trabajando. Casualmente Iván se había mudado para Caracas y tenía una oficina de eventos muy cerca de ella. Alex fantaseaba con su reencuentro con Iván, pensaba que ahora, con su nuevo aspecto, tendría más posibilidad de que él se fijara en ella como mujer; pero tenía que hacerlo muy bien.

Llamó a su oficina haciéndose pasar por una clienta que necesitaba organizar un importante evento social, y logró concertar una cita para las 8:00pm en el Lobby del Hotel Renaissance. Ese día Alex estaba especialmente hermosa, sus ojos color ámbar como la miel resaltaban junto a su larga cabellera color avellana. Su voluptuosa figura lucía regia en un vestido bastante sexy pero sin caer en la vulgaridad. Al llegar al lobby se sentó en los cómodos asientos de cuero beige y pidió un martini seco mientras esperaba a Iván.

Tenía mucho miedo por la posible reacción de él, pero tenía que pasar por esa prueba, era ahora o nunca. Ya cerca de las 8:15pm apareció Iván. Alex lo reconoció al instante, había cambiado poco en los meses que tenía sin verlo. Se paró de su asiento y le hizo señas como para que supiera que ella era la clienta.

- Hola, ¿eres Iván?, ¿cómo estás? Yo soy Alexa, gracias por venir –le dijo con un tono algo nervioso mientras le extendía la mano.

- Mucho gusto Alexa, un placer conocerte. Si quieres podemos sentarnos acá y tomarnos algo mientras hablamos de negocios –respondió Iván con una expresión de asombro y con mirada penetrante, como si reconociera en los ojos de Alexa los de alguien conocido.

- Yo me estoy tomando un martini, si quieres me acompañas con uno también.

- Sí, un martini me caería muy bien, pero déjame preguntarte algo primero: ¿te conozco de alguna parte?, tu cara me es familiar, tus ojos se parecen mucho a los de alguien que conocí –decía mientras llamaba al mesonero para ordenar su trago.

- ¿En serio te parezco a alguien?, que interesante, tú también me recuerdas a alguien. De hecho, a una persona que quise mucho pero que dejamos de vernos hace un tiempo –dijo con voz pícara y sensual.

- Pues bueno, ¡brindemos por esos personajes a los que nos parecemos! -exclamó con una risa nerviosa- es que si te contara de quien se trata esa persona no lo creerías.

- La vida te da muchas sorpresas Iván, ¿de verdad no me reconoces?, el nombre Alexa ¿te dice algo? ¿Que tal Alex?

Iván soltó la copa de martini y se atragantó con el sorbo que tomaba. Sus ojos se desorbitaron y comenzaron a detallar minuciosamente cada facción de Alexa, sus gestos, sus manos.

- Sí Iván, soy yo, Alex. ¿Qué tal te parece mi nueva apariencia? Sí, lo sé, estás sorprendido, pero desde antes de conocerte había decidido hacerlo, nunca me sentí conforme con mi cuerpo. En mi interior me sentía una mujer atrapada en un cuerpo masculino. Y durante ese tiempo nos conocimos y me enamoré perdidamente de ti. Pero, ¿cómo crees que podía decírtelo?, si tan sólo con confesarte mis sentimientos saliste espantado y te alejaste de mí –Iván no salía de su asombro, y sus ojos comenzaron a empañarse hasta soltar una lágrima.


- Alex, no lo puedo creer. Mi Alex, pero, ¿qué te has hecho?, ¿sabes cómo te he buscado?, tengo casi un año entero buscándote. Nadie sabía de ti, te desapareciste del mundo. Y ahora te apareces así, ¡de mujer! Pero, ¿qué es esto? Por Dios Alex, a los dos meses de nuestro último encuentro comencé a buscarte porque gracias a ti pude encontrarme y sincerarme con mis gustos. Yo también te amaba pero no podía decirlo porque no entendía lo que me pasaba. Mi confusión era tal que tuve que buscar ayuda psicológica, hasta que acepté mi condición. Yo soy homosexual Alex, pero no lo supe sino luego de aquella confesión que me hiciste. Pero ahora, al verte, comprenderás que no puedo estar contigo, quizá como amigos, no lo sé. Desde hace tres meses que vivo con mi pareja y nos amamos. Si tan sólo hubiésemos coincidido antes de que te hicieras ese cambio tan radical. De verdad lo siento, pero esto es demasiado para mí. Con tu permiso me retiro, nunca dejarás de sorprenderme –se paró de su asiento, dejó un billete de 100 bolívares en la mesa y se marchó rápidamente totalmente aturdido.

Alexa terminó su copa, salió del hotel y caminó por la avenida hasta la parada de taxi. Mientras andaba miles de pensamientos se cruzaron por su mente. Alzó su mirada hacia el imponente cerro que engalana Caracas y en ese instante se encendió la cruz del Ávila que anunciaba el comienzo de la Navidad. Recordó inmediatamente al Cristo Redentor, aquél que acompañó sus días de recuperación en Río de Janeiro, y a quien tanto le pidió por su sanación. Aquella iluminación la recibió como una señal divina, como si el mismísimo Dios bendecía ese cambio de identidad por el que tanto luchó y aceptaba con beneplácito su valiente e inalterable decisión. Orgullosa, y habiendo cerrado su último capítulo del pasado, abordó el primer taxi que estaba por salir. Su nueva vida de total transformación estaba por comenzar.