Por Rafael Baralt Lovera
Septiembre 2012
Al abrir sus grandes ojos se encontró tendida en
una cama medianamente reclinada con su cuerpo cubierto por una gruesa cobija.
Mientras iba retomando la conciencia miró alrededor de la habitación y se
percató de la cantidad de aparatos médicos alrededor de ella. A su lado, una
bolsa de suero colgaba junto a otra de transfusión que iba pasando lentamente
líquido vital a sus venas. Aún con el efecto de la anestesia se sentía
desconcertada, sin comprender del todo donde se encontraba. El gélido ambiente
le ocasionaba fuertes escalofríos que se reflejaban como espasmos en su
vientre. Poco a poco fue despertando de su letargo inducido por los calmantes,
hasta que una vez incorporada fue retirando lentamente la cobija de su pecho
tratando de no hacerse daño con los catéteres en sus brazos. Al llegar a su
cintura se detuvo, tomó aire, y terminó de descubrirse. Finalmente los signos de virilidad que nunca
sintió suyos habían desaparecido, y exclamó para sí misma: ¡Al fin lo logré!
Hacía ocho meses desde que Alex había llegado a Rio
de Janeiro para someterse a un complicado tratamiento de cambio de sexo, el
cual incluía terapia hormonal, psicológica y tres intervenciones quirúrgicas que modificarían su cuerpo
totalmente.
Durante ese tiempo rentó un apartamento muy cerca
del barrio carioca de Jacarepaguá, al lado de Corcovado; y desde su ventana podía ver a lo alto
la estatua del Cristo Redentor. Aunque el edificio donde vivía no contaba con
muchas comodidades debido a su antigüedad, se encargó de que al menos su espacio
contara con lo necesario para sentirse confortable en los largos períodos de
recuperación. Pero ese viaje no fue improvisado en lo absoluto, durante
años planificó detalladamente cada detalle de su estadía en Brasil, ya que
estaba totalmente convencida de la decisión que años antes tomara.
Alex nació varón como sus otros dos hermanos, pero por alguna razón nunca se sintió como tal. Por más que sus padres pagaron
fortunas en psiquiatras no pudieron hacer que desistiera de la idea de querer
ser una mujer. Su infancia y adolescencia fueron una verdadera
tortura debido a las burlas en el colegio por su actitud
poco masculina, y aunque nunca vistió de mujer actuaba como una.
Todos estos infortunios hicieron que Alex tomara
una decisión, una que cumpliría cabalmente y al pie de la letra, y que a su vez
sería su gran secreto. Fue entonces cuando le hizo creer a todos que había abandonado la idea de
querer ser una fémina, y comenzó a actuar como un hombre logrando inclusive que sus padres
olvidaran los desagradables momentos que pasaron tratando de curar ese supuesto mal.
Pero ella, en ese entonces él, tenía un plan y para
cumplirlo debía prepararse. Luego de conseguir toda la información pertinente
supo que para lograrlo tendría que reunir una buena cantidad
de dinero. F
ue así que empezó a estudiar Arquitectura en la UCV
donde se graduó con honores. No le fue difícil conseguir empleo, a mediados de los años ochenta había
cientos de desarrollos urbanísticos en Caracas y las empresas se peleaban por los mejores
profesionales del área.
Alex sacó provecho, no sólo de su buen currículum
académico, sino también de su atractivo físico. Si bien su aspecto era el de
todo un caballero, sus facciones eran ligeramente andróginas, pero en conjunto
con su barba perfectamente afeitada y delineada transmitía una enigmática fascinación tanto para
mujeres como para hombres.
En los primeros siete años de su vida laboral pasó
por tres empresas, y en cada una lograba que le doblaran el sueldo, alcanzando
el éxito profesional con apenas 29 años. Se independizó de sus padres y compró
su propio apartamento en el Este de Caracas. Durante ese tiempo mantuvo su
secreto plan bien guardado, y nada ni nadie le harían cambiar de parecer.
Pero fue en ese caluroso mes de agosto durante la Convención de
Arquitectos en Valencia cuando conoció a Iván, un atractivo joven de 28 años que trabajaba como organizador del
evento. Alex se había mantenido al margen de cualquier relación amorosa, y aunque había tenido aventuras por igual con
personas de ambos sexos no terminaba de definir su orientación sexual. Lo
único que realmente tenía claro en su mente era no sentirse cómodo con su
cuerpo de hombre. Sin embargo, eso no le impedía experimentar con otras
personas, quizá buscando con ello una definición mas precisa de sus gustos.
La noche de la convención, luego del extenuante
evento, bajó al bar del Hotel Intercontinental donde se hospedaba. Pidió un whisky con soda y se sentó solo en la barra. Eran
como las 10:00pm cuando apareció Iván quien acababa de terminar de coordinar el
evento y buscaba un momento de relax. Al igual que Alex pidió un Whisky y se
sentó muy cerca de su asiento. No pasaron ni diez minutos cuando ya estaban conversando
amenamente. Ambos tuvieron una tremenda empatía desde el primer momento, siendo
esa noche el preludio de una tormentosa relación de amistad.
Hicieron una dupla inseparable, ya fuera en
Valencia o en Caracas, cada vez que se encontraban salían a parrandear y a conquistar
mujeres, porque Iván sí estaba claro con sus gustos por las hembras. Para Alex
no era problema aquello, ya que en su caso no había distinción entre sus gustos
sexuales, y aunque prefirió reservarse tal confesión a Iván no fue sino hasta
unos nueve meses después de conocerse que decidió decírselo. Para Iván fue toda
una sorpresa que su gran amigo fuera lo que él consideró como “bisexual”, y le fue difícil asimilarlo en el
momento. No obstante, para Alex esa confesión era muy
importante, ya que sin quererlo había comenzado a sucumbir ante el amor que
como fuego en sus venas le consumía. No podía permitirse tal desliz, ya que su
secreto plan no admitía esas flaquezas, pero cuando el amor nace no hay razones ni excusas
que valgan, y ante eso sólo tenía que afrontar los hechos. Iván ya sabía que
Alex era bisexual, pero no sabía que también estaba enamorado de él. Hasta que
llegó el día en que Alex se armó de valor.
- Iván, sabes que eres mi mejor amigo y me
considero afortunado de haberte conocido, pero hay algo más que debo decirte.
Por favor no lo tomes a mal, simplemente pasó y ya no puedo seguir viviendo con
esto yo solo.
- Pero bueno Alex, ¿con qué me vas a salir ahora?
No me asustes, mira que con la otra bomba tuve suficiente.
- Sabes que te quiero, y tu amistad lo es todo para
mí. Pero estoy sintiendo algo más que eso, no puedo entender cómo pasó, el hecho es que ¡me enamoré de ti
coño!
- Verga pana, no puede ser, ¿cómo puedes traicionar
así nuestra amistad?, ¿ahora cómo crees que podré verte a los ojos sin pensar
que me deseas? Pero te equivocaste, es más, ¡la cagaste! ¿Crees que podría
fijarme en alguien como tú?, es decir, ¡un hombre por Dios! Sabes que lo mío es
una hembra, grandota, con un buen frente…
- Iván por favor, perdona mi estupidez, reconozco
mi error. Olvídalo, ¿sí?, haz como si esta conversación nunca existió, quizá
sea el exceso de alcohol que me hace decir estas vainas.
- No sé Alex, ya veremos qué pasará. Ya me voy,
¡adiós!
Las palabras de Iván sonaron como un garrotazo y
Alex se sintió morir en ese instante. Pasaron semanas e Iván no contestaba sus
llamadas. Indefectiblemente su amistad se fue resquebrajando, y no volvió a ser
la misma de antes. Alex pasó días enteros en una profunda depresión. Se sentía
culpable por haber echado a perder la amistad de Iván debido a su confesión,
pero más era la rabia de haberse dejado enamorar de esa forma, pero ¿cómo podía
preverlo?
Decidió entonces retomar con más fuerza su plan
inicial, y como nunca antes lo puso en marcha. Reunió el dinero necesario y
viajó a Río, ya que en esa localidad se encontraba una clínica especializada en
el tipo de intervenciones que se realizaría.
Durante su estadía en la ciudad brasilera conoció a
varias personas y en general encontró mucha amabilidad y receptividad en su
gente. Durante los ocho meses allá evitó comunicarse con sus amistades y
familiares en Venezuela. Su plan no contemplaba que se supiera lo que se estaba
haciendo, puesto que ello implicaría dar muchas explicaciones cuando la decisión
ya había sido tomada.
Una vez cada dos semanas llamaba a su mamá, la
única con la que mantenía aún un lazo afectivo, sin embargo, nunca le contó por
lo que estaba pasando. Pero una sola idea rondaba insistentemente por la cabeza
de Alex mientras pasaba por toda esa etapa de transformación, y era saber de
Iván.
Pasaron las semanas, los meses, y el cuerpo de Alex fue cambiando debido a las
intervenciones quirúrgicas y las hormonas. Su voz se hizo más suave y aguda, y sus facciones
andróginas se tornaron definitivamente femeninas. Después de su última
operación pasó tres semanas en recuperación, quedando totalmente complacida con
los resultados, era lo que siempre había soñado, ser una mujer en un cuerpo de
mujer.
Al volver a Caracas fue a su antiguo apartamento, y
aunque las cosas no fueron fáciles al principio para ella en el campo laboral
poco a poco fue ganando nuevamente su reputación como excelente
profesional en el campo de la arquitectura. Formó su propia compañía de urbanismo y logró montar su oficina
en un importante centro comercial de Altamira.
Como era de esperarse en un país como Venezuela, tuvo algunas complicaciones de índole
legal, ya que su cédula de identidad indicaba “sexo: hombre”, pero ella se reía
de ello haciendo confundir a cualquier funcionario que se le presentara. Solía
decirles que se trataba de un error: “¿cómo crees que un mujerón como yo puede ser un
hombre?”. En fin, nadie podía poner en duda que ese portento
de mujer alguna vez nació con un par de testículos si no fuese por sus
documentos legales. Tampoco cambió su nombre, siguió siendo Alex que es un nombre
común para ambos sexos.
Uno de los momentos más duros que le tocó pasar a
su llegada fue enterarse que su madre había muerto hacía unos días. Pero en el
fondo agradeció que no la haya visto con su
nueva apariencia, quizá no la hubiera perdonado nunca.
Sólo le quedaba entonces Iván. Averiguó de forma
casi detectivesca su paradero hasta que por fin supo donde estaba trabajando.
Casualmente Iván se había mudado para Caracas y tenía una oficina de eventos
muy cerca de ella. Alex fantaseaba con su reencuentro con Iván, pensaba que
ahora, con su nuevo aspecto, tendría más posibilidad de que él se fijara en
ella como mujer; pero tenía que hacerlo muy bien.
Llamó a su oficina haciéndose pasar por una clienta
que necesitaba organizar un importante evento social, y logró concertar una
cita para las 8:00pm en el Lobby del Hotel Renaissance. Ese día Alex estaba
especialmente hermosa, sus ojos color ámbar como la miel resaltaban junto a su
larga cabellera color avellana. Su voluptuosa figura lucía regia en un vestido
bastante sexy pero sin caer en la vulgaridad. Al llegar al lobby se sentó en
los cómodos asientos de cuero beige y pidió un martini seco mientras esperaba a Iván.
Tenía mucho miedo por la posible reacción de él,
pero tenía que pasar por esa prueba, era ahora o nunca. Ya cerca de las 8:15pm
apareció Iván. Alex lo reconoció al instante, había cambiado poco en los meses que
tenía sin verlo. Se paró de su asiento y le hizo señas como para que supiera
que ella era la clienta.
- Hola, ¿eres Iván?, ¿cómo estás? Yo soy Alexa,
gracias por venir –le dijo con un tono algo nervioso mientras le extendía la
mano.
- Mucho gusto Alexa, un placer conocerte. Si
quieres podemos sentarnos acá y tomarnos algo mientras hablamos de negocios
–respondió Iván con una expresión de asombro y con mirada penetrante, como si
reconociera en los ojos de Alexa los de alguien conocido.
- Yo me estoy tomando un martini, si quieres me acompañas con
uno también.
- Sí, un martini me caería muy bien, pero déjame preguntarte
algo primero: ¿te conozco de alguna parte?, tu cara me es familiar, tus ojos se
parecen mucho a los de alguien que conocí –decía mientras llamaba al mesonero
para ordenar su trago.
- ¿En serio te parezco a alguien?, que interesante,
tú también me recuerdas a alguien. De
hecho, a una persona que quise mucho pero que dejamos de vernos hace un tiempo
–dijo con voz pícara y sensual.
- Pues bueno, ¡brindemos por esos personajes a los
que nos parecemos! -exclamó con una risa nerviosa- es que si te contara de
quien se trata esa persona no lo creerías.
- La vida te da muchas sorpresas Iván, ¿de verdad
no me reconoces?, el nombre Alexa ¿te dice algo? ¿Que tal Alex?
Iván soltó la copa de martini y se atragantó con el sorbo que tomaba. Sus
ojos se desorbitaron y comenzaron a detallar minuciosamente cada facción de
Alexa, sus gestos, sus manos.
- Sí Iván, soy yo, Alex. ¿Qué tal te parece mi
nueva apariencia? Sí, lo sé, estás sorprendido, pero desde antes de conocerte
había decidido hacerlo, nunca me sentí conforme con mi cuerpo. En mi interior
me sentía una mujer atrapada en un cuerpo masculino. Y durante ese tiempo nos
conocimos y me enamoré perdidamente de ti. Pero, ¿cómo crees que podía
decírtelo?, si tan sólo con confesarte mis sentimientos saliste espantado y te
alejaste de mí –Iván no salía de su asombro, y sus ojos comenzaron a empañarse
hasta soltar una lágrima.
- Alex, no lo puedo creer. Mi Alex, pero, ¿qué te has hecho?,
¿sabes cómo te he buscado?, tengo casi un año entero buscándote. Nadie sabía de
ti, te desapareciste del mundo. Y ahora te apareces así, ¡de mujer! Pero, ¿qué
es esto? Por Dios Alex, a los dos meses de nuestro último encuentro comencé a
buscarte porque gracias a ti pude encontrarme y sincerarme con mis gustos. Yo también te amaba pero no podía
decirlo porque no entendía lo que me pasaba. Mi confusión era tal que tuve que
buscar ayuda psicológica, hasta que acepté mi condición. Yo soy homosexual Alex, pero no lo
supe sino luego de aquella confesión que me hiciste. Pero ahora, al verte, comprenderás
que no puedo estar contigo, quizá como amigos, no lo sé. Desde hace tres meses
que vivo con mi pareja y nos amamos. Si tan sólo hubiésemos coincidido antes de
que te hicieras ese cambio tan radical. De verdad lo siento, pero esto es
demasiado para mí. Con tu permiso me retiro, nunca dejarás de sorprenderme –se
paró de su asiento, dejó un billete de 100
bolívares en la mesa y se marchó rápidamente totalmente aturdido.
Alexa terminó su copa, salió del hotel y caminó por
la avenida hasta la parada de taxi. Mientras andaba miles de pensamientos se
cruzaron por su mente. Alzó su mirada hacia el imponente cerro que
engalana Caracas y en ese instante se encendió la cruz del Ávila que anunciaba
el comienzo de la Navidad. Recordó inmediatamente al Cristo Redentor, aquél
que acompañó sus días de recuperación en Río de Janeiro, y a quien tanto le
pidió por su sanación. Aquella iluminación la recibió como una señal
divina, como si el mismísimo Dios bendecía ese cambio de identidad por el que
tanto luchó y aceptaba con beneplácito su valiente e inalterable decisión. Orgullosa, y habiendo cerrado su
último capítulo del pasado, abordó el primer taxi que estaba por salir. Su
nueva vida de total transformación estaba por comenzar.